El mercado inmobiliario ha experimentado importantes cambios normativos en los últimos años, especialmente en lo que respecta a la sostenibilidad y la transparencia energética. Los propietarios que desean poner en alquiler una vivienda deben cumplir con una serie de requisitos legales que garantizan la información adecuada al futuro inquilino sobre el rendimiento energético del inmueble. Este requisito no solo es una formalidad administrativa, sino una herramienta que permite tomar decisiones informadas sobre el consumo energético esperado y los costes asociados a la vivienda. Conocer los detalles sobre la documentación necesaria, sus plazos de validez y las distintas categorías existentes resulta fundamental tanto para propietarios como para arrendatarios.
¿Qué es el certificado PEB y por qué es obligatorio para el alquiler?
Definición y objetivo del Certificado de Rendimiento Energético
El certificado PEB, conocido también como Certificado de Rendimiento Energético, es un documento oficial que evalúa y califica el desempeño energético de un inmueble. Su objetivo principal consiste en informar de manera clara y precisa sobre el consumo de energía que requiere la vivienda, así como sobre las emisiones de dióxido de carbono que genera. Esta evaluación se realiza mediante un estudio técnico llevado a cabo por un profesional cualificado, quien analiza diversos aspectos de la construcción como la envolvente térmica, las instalaciones de calefacción, refrigeración, agua caliente sanitaria y, en su caso, la iluminación en edificios destinados a uso terciario. El resultado de este análisis se traduce en una calificación que va desde la letra A más, indicativa de máxima eficiencia, hasta la letra G, que señala un rendimiento energético deficiente. Esta etiqueta no solo facilita la comparación entre distintas propiedades, sino que también orienta sobre el gasto energético que supondrá habitar el inmueble a lo largo del tiempo.
Marco legal del PEB en Bruselas y obligaciones para propietarios
La legislación española establece de manera inequívoca la obligatoriedad de contar con el certificado energético desde junio de dos mil trece, a raíz de la entrada en vigor del Real Decreto 235 de ese mismo año. Posteriormente, el Real Decreto 390 de dos mil veintiuno reforzó esta exigencia, ampliando su aplicación a los contratos de arrendamiento sin importar su duración, incluyendo alquileres vacacionales o de temporada. Los propietarios están obligados a disponer de este documento antes de formalizar cualquier contrato de alquiler o compraventa, y deben entregar una copia al inquilino o comprador. Además, la normativa establece que la calificación energética debe aparecer de forma visible en toda la publicidad inmobiliaria, junto con datos como el precio y la superficie útil del inmueble. Esta transparencia busca proteger al consumidor y fomentar la eficiencia energética en el parque inmobiliario. Tras la expedición del certificado por parte de un técnico homologado, el documento debe ser inscrito en el registro oficial de la comunidad autónoma correspondiente, paso imprescindible para su validez legal. El incumplimiento de estas obligaciones puede acarrear sanciones económicas que varían en función de la gravedad de la infracción, con multas que oscilan desde trescientos hasta seis mil euros, dependiendo de si se trata de faltas leves, graves o muy graves.
Validez y renovación del certificado PEB: plazos y procedimientos
Duración de validez del certificado PEB y cuándo renovarlo
El certificado de rendimiento energético tiene una vigencia estándar que se extiende durante diez años a partir de la fecha de su expedición. Sin embargo, existe una excepción importante para aquellas viviendas que obtienen una calificación de letra G, en cuyo caso la validez se reduce a cinco años. Esta diferencia responde a la necesidad de revisar con mayor frecuencia aquellos inmuebles con peor desempeño energético, incentivando así su mejora. Es responsabilidad del propietario asegurarse de que el certificado esté vigente en el momento de poner el inmueble en el mercado de alquiler o venta. Si el documento ha caducado, será necesario iniciar el proceso de renovación antes de cualquier operación inmobiliaria. Además, hay situaciones que obligan a actualizar el certificado antes de que expire su plazo de validez, como cuando se realizan reformas que modifican la envolvente térmica del edificio, se reforma la instalación térmica con un nuevo proyecto, se interviene en más del veinticinco por ciento de la envolvente o cuando se produce un cambio de uso o actividad que pueda influir en la calificación energética. En estos casos, el propietario debe contactar nuevamente con un certificador autorizado para que realice una nueva evaluación y expida un certificado actualizado que refleje las características actuales del inmueble.
Proceso de renovación y selección de un certificador cualificado
Para renovar el certificado energético, el propietario debe recurrir a un técnico competente debidamente habilitado. La normativa establece que pueden ejercer como certificadores los arquitectos, arquitectos técnicos, ingenieros y otros profesionales con titulaciones reconocidas oficialmente para este fin. El proceso comienza con la visita del técnico al inmueble, donde recopila información detallada sobre las características constructivas y las instalaciones existentes. Posteriormente, mediante software homologado, realiza el cálculo del rendimiento energético y emite el certificado correspondiente, que incluye la etiqueta de eficiencia energética y un informe de evaluación en formato XML. El coste de este servicio está liberalizado, lo que significa que varía según la ubicación geográfica, las dimensiones de la vivienda y las tarifas de cada profesional. Como referencia, el precio medio se sitúa en torno a un euro y medio por metro cuadrado, por lo que una vivienda de entre cincuenta y cien metros cuadrados podría tener un coste de entre cien y ciento sesenta euros. A este importe hay que sumar las tasas administrativas que algunas comunidades autónomas cobran por la inscripción del certificado en el registro oficial, cuyo importe varía según la región pero puede rondar los veintitrés euros. Una vez obtenido el nuevo certificado, es imprescindible proceder a su registro en el órgano competente de la comunidad autónoma para que adquiera plena validez legal y pueda ser utilizado en las operaciones de alquiler o venta.
Las diferentes clases energéticas del PEB: de A+ a G

Interpretación de las etiquetas energéticas y su impacto en el alquiler
La escala de clasificación energética comprende siete categorías principales que van desde la A más, que representa el nivel óptimo de eficiencia, hasta la G, que indica el menor rendimiento. Esta gradación permite identificar de manera visual e inmediata cuál es el comportamiento energético del inmueble. Una vivienda con calificación A más o A consume muy poca energía y genera emisiones de dióxido de carbono mínimas, lo que se traduce en facturas energéticas reducidas para el inquilino. Por el contrario, un inmueble con calificación G presenta deficiencias importantes en su aislamiento o en sus sistemas de climatización, lo que deriva en un mayor consumo energético y, por ende, en costes más elevados para quien lo habita. Esta información resulta especialmente valiosa para los inquilinos, quienes pueden estimar con mayor precisión el gasto mensual en calefacción, refrigeración y agua caliente. Además, una buena calificación energética puede convertirse en un argumento de venta o alquiler atractivo, ya que cada vez más personas valoran la sostenibilidad y el ahorro económico a largo plazo. Los propietarios que disponen de inmuebles con etiquetas energéticas favorables suelen obtener una ventaja competitiva en el mercado, pudiendo incluso justificar precios de alquiler más elevados debido a los menores costes de explotación que ofrecen sus viviendas.
Diferencias entre certificados para venta y alquiler de viviendas
Aunque el certificado de rendimiento energético es obligatorio tanto para la venta como para el alquiler de inmuebles, existen algunos matices en su aplicación según la operación inmobiliaria de que se trate. En ambos casos, el documento debe estar disponible antes de formalizar el contrato y debe entregarse una copia al comprador o inquilino. Sin embargo, en el ámbito del alquiler, la normativa es especialmente estricta desde la entrada en vigor del Real Decreto 390 de dos mil veintiuno, que amplió la obligatoriedad a todos los tipos de arrendamiento, incluidos los de corta duración. Esto significa que incluso las viviendas destinadas a alquiler vacacional o de temporada, aunque su uso sea inferior a cuatro meses al año, deben contar con su certificado energético vigente y registrado. Por otro lado, en el caso de edificios de nueva construcción posteriores a noviembre de dos mil siete, la certificación se realiza en dos fases: primero en proyecto y luego con el edificio terminado, lo que no siempre es aplicable de la misma manera en operaciones de alquiler de viviendas existentes. Además, para edificios construidos antes de esa fecha, la inscripción en el registro oficial resulta imprescindible, mientras que en inmuebles más recientes este trámite ya puede haberse realizado en el momento de la construcción. En cualquier caso, la publicidad del inmueble debe incluir siempre la etiqueta energética de manera clara y visible, ya sea en portales inmobiliarios, anuncios en prensa o escaparates de agencias, garantizando así que el futuro inquilino o comprador disponga de toda la información necesaria desde el primer contacto con la oferta.
Cómo mejorar la clase energética de tu propiedad en alquiler
Medidas prácticas para optimizar el rendimiento energético
Mejorar la calificación energética de una vivienda no solo beneficia al inquilino en términos de confort y ahorro económico, sino que también incrementa el valor del inmueble en el mercado. Existen diversas actuaciones que los propietarios pueden llevar a cabo para optimizar el rendimiento energético de sus propiedades. Entre las más efectivas se encuentra la mejora del aislamiento térmico de la envolvente, que incluye fachadas, cubiertas y suelos en contacto con el exterior. Un buen aislamiento reduce significativamente las pérdidas de calor en invierno y el sobrecalentamiento en verano. Otra medida clave consiste en la sustitución de ventanas antiguas por otras con doble acristalamiento y marcos de ruptura de puente térmico, lo que disminuye las infiltraciones de aire y mejora el confort interior. En cuanto a las instalaciones, la modernización de los sistemas de calefacción y agua caliente mediante calderas de alta eficiencia, bombas de calor o sistemas de energía renovable como paneles solares térmicos o fotovoltaicos puede suponer un cambio radical en la calificación energética. Asimismo, la instalación de termostatos programables y sistemas de control domótico permite gestionar el consumo de manera más eficiente. Estas mejoras no solo se reflejan en una mejor etiqueta energética, sino que también pueden beneficiarse de ayudas y subvenciones públicas destinadas a fomentar la rehabilitación energética de edificios, lo que amortigua la inversión inicial requerida.
Ventajas de una buena clasificación energética para inquilinos y propietarios
Una clasificación energética favorable aporta beneficios tangibles tanto para quienes alquilan una vivienda como para quienes la ponen en el mercado. Los inquilinos que optan por inmuebles con etiquetas A, B o C disfrutan de facturas de suministros más reducidas, lo que representa un ahorro considerable a lo largo del año. Además, estas viviendas suelen ofrecer un mayor confort térmico y acústico, reduciendo la necesidad de recurrir a sistemas de climatización intensivos. Por su parte, los propietarios que invierten en mejorar la eficiencia energética de sus propiedades pueden incrementar el atractivo de sus ofertas en un mercado cada vez más competitivo y consciente de la sostenibilidad. Una buena calificación facilita la captación de inquilinos responsables y dispuestos a pagar un alquiler ajustado a la calidad energética del inmueble. Asimismo, contar con un certificado actualizado y con una clasificación alta reduce el riesgo de sanciones administrativas y garantiza el cumplimiento de la normativa vigente. En el contexto actual, donde la eficiencia energética se ha convertido en un criterio de decisión importante para muchos arrendatarios, disponer de un inmueble bien calificado puede marcar la diferencia entre cerrar rápidamente un contrato o ver prolongarse el periodo de vacancia. Por todo ello, invertir en la mejora del rendimiento energético no solo es una obligación legal en determinados casos, sino también una estrategia inteligente que repercute positivamente en la rentabilidad y el valor patrimonial de la propiedad a medio y largo plazo.
